HAVANA TIMES – Nunca voy a olvidar a mi amigo F. tratando de persuadirme acerca de que comprara un mejor teléfono para tener correo Nauta. “No seas bruta, muchacha, eso es una inversión, ahora es solo el correo, pero nadie sabe lo que viene”, me dijo.
Así que me hice mi cuentecita @nauta.cu. Como a mí, a un montón de cubanos debe haberle cambiado un poco la vida eso de las bondades de las telecomunicaciones, no por gusto Internet es considerado un parámetro para la calidad de vida, y cuenta en la evaluación del bienestar social.
Hace unos años esa era una realidad muy ajena a Cuba. Solo empresas y centros de investigación y educación tenían tal acceso, y por allí llegaban los primeros mensajes electrónicos que un buen vecino hacía el favor de imprimir a la madre de fulano para que supiera de él, que estaba de misión internacionalista en cualesquiera de sus variantes y, sobre todo, la asumida personalmente en la decisión de emigrar.
También se daban aquellos casos de los chats por intranet, y luego vinieron Badoo y otros sitios de citas para encontrar pareja. Al respecto, hasta la literatura tuvo que hacerse eco, y no puedo dejar de mencionar un cuento fabuloso que publicó El cuentero por el 2006: Llévame a navegar.
Ahora estamos amarrados a nuestros propios medios de “navegar”. La UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones) es el organismo especializado de la ONU que se encarga de regular las telecomunicaciones entre las distintas administraciones y empresas operadoras.
Por el 2014 la UIT lanzó su programa Conectar 2020, que propone la meta de llegar a ese año con un mayor por ciento de acceso libre a la Internet en numerosas naciones con un costo relacionado al salario mensual promedio de cada lugar. Nuestro país es miembro de la UIT, y, según un ingeniero en Telecomunicaciones, que prefirió el anonimato, a raíz de tal programa comenzó el despliegue de informatización en Cuba como una política nacional.
Pero había que empezar con pasos cortos, y para ello era necesario implementar un modo de conectar a más con el menos que siempre hemos tenido. Parques y zonas públicas con Wifi —hoy existen 508 puntos en todo el territorio nacional— modificaron más evidentemente la vida del cubano, y a pesar de que el resplandor del día no machea con la luz de las pantallas, allí van cientos a arriesgar su sentido de la vista y el de la privacidad.
Ya en 2015 Luis Manuel Alcántara denunciaba el asunto con su performance Unidos por el Wifi. El artista concibió un modo muy atemperado de celebrar su aniversario de bodas: con el mayor desenfado escogió la esquina de 23 y L para, desvistiéndose hasta quedarse solo en ropa interior y deslizándose por el tubo del semáforo, hacerle un striptease a su esposa. Ante las miles de preguntas, no dejó de aludir al que se paga las horas para seducir a un extranjero en función de abono económico, o a la madre llorando porque hace tiempo que no ve al hijo, o a la muchacha diciéndole mentiras al novio que se fue.
“Lo más terrible que he tenido que escuchar en la Wifi fue a un muchacho rogándole a alguien del otro lado que le dijera la verdad, verdad que gritó luego y muy descompuesto cuando todos nos enteramos de que era gay y acababa de ser citado para hacerse el análisis del VIH”, me cuenta Ámbar, que ha tenido que hacer del parque del Mónaco su oficina. Y Yaque, que tiene marido e hijo en Miami, me cuenta del día que se escondió todo lo que pudo debajo del Habana Libre para enseñarle a la pantalla, con más terror que lascivia, sus senos. “Aquello fue patético”.
Y patético es también ver a la gente aglomerada, porque ya no hay donde sentarse, y que haya quien “alquile” unos banquitos extras en el parque de San Rafael, y entre patético y gracioso se manifiesta quien no tiene cámara frontal y, mientras gira el teléfono, pone un espejito del otro lado para alcanzar a ver a aquel que le queda lejos pero sale en su pantalla, ese al que extraña, a quien necesita pedirle un dinerito, porque a la niña ya se la rompieron los zapatos, o porque “la vieja está muy malita, mi hermano, y tú no sabes aquí la malanga a cómo está”.
A la Wifi va el cubano porque la mitad de Cuba no está en Cuba, y es la posibilidad que tiene de comunicarse, de “ver” al otro, de hablarle, aunque la imagen se congele y le llegue dos minutos después. También es ya un modo de ocio, incluso una cuestión de demostrar cierto estatus como lo es tener un súper celular. Los menos, aunque también, lo usan para trabajar, aunque quizá por las propias condiciones y que es bastante caro, no llegan a explotar todas las posibilidades que se podrían aprovechar.
Y entonces llega Nauta Hogar, con esas tarifas exorbitantes que siguen cobrando tiempo en lugar de peso, en megabytes o gigas. No es igual comprar 30 horas de Internet que 30 gigas: con 5 gigas se puede pasar hasta dos meses hablando por IMO, mientras que, si lo que quiere es bajarse una película, se gastan en un santiamén. Al ser la Wifi una vía de poco alcance (200 o 300 metros), no le llega al tobillo a lo que se necesita para el desarrollo de la informatización. Tampoco alcanzan salas de navegación ni entidades estatales, y con Nauta Hogar no creo que lleguemos a esas cifras que el Conectar 2020 se propone.
“Te imaginas levantarte, abrir tu correo y ver que tienes una cita para una reunión de trabajo, y nada, te peinas y entras en video conferencia, y para almorzar ordenas una pizza y aprovechas y pagas todas las facturas sin salir a coger la guagua, el sol, hacer la cola. That´s CONECTIVIDAD, Yuyu”, me dice un amigo por el chat, y otro me habla de Conmutación de Circuito, que es lo que usa todo el canal y consume tiempo, en este caso la voz, y Conmutación de Paquetes, que es por donde debería cobrarse el Internet, por el volumen de datos. Y me pregunto, si esto lo saben nuestros ingenieros —los dos llegaron hace solo unos meses en otros países—, ¿por qué es al revés en nuestro modo?
Ahora Etecsa acaba de asegurar que este 2018 ya habrá Internet en los móviles cubanos. Eso era lo que venía, F., amigo mío, y habrás tenido razón, y empezaremos pagando las cuentas de teléfono y electricidad; luego quizá compraremos online medicamentos y víveres, y ropas y utensilios de cocina, y tendremos nuestro propio Amazon, y quién sabe si hasta se genere un sistema para que a través del Nauta podamos coger las cosas de la libreta de abastecimiento.
Solo queda esperar a que para 2020 los precios de esas bondades no excluyan a los que no recibimos remesas u otros ingresos altos, que hay quien compara el impacto de la red de redes en la especie humana con el del descubrimiento del fuego, y uno tiene que evolucionar.
Medio: Havana Times