Medio: Telesemana.com
Reportero : Rafael A.
La llegada de la portabilidad a algunos mercados vino precedida del debate sobre su implementación. Sus defensores aseguraban que era un derecho del usuario el ser dueño del número telefónico de su celular y afirmaban que la portabilidad era sinónimo de “mayor competitividad” —y esa mayor competitividad se traducía en mejores ofertas comerciales, mayores niveles de innovación y un mejor servicio y atención al cliente—. Los detractores, casi siempre los propios operadores, muchas veces aseguraban que no era el momento de invertir en una portabilidad cuando tenían otras prioridades.
Pero como dijo el titular de la entonces Secretaría de Comunicaciones (Secom) de Argentina en 2013, durante la presentación de la nueva reglamentación de calidad de los servicios de telecomunicaciones, “para qué los usuarios van a cambiarse de operador si son todos iguales”. Se refería a que la portabilidad no había creado los mecanismos necesarios para que los operadores se diferenciaran en la atención al cliente y de ahí, surgía entonces la puesta en marcha de una regulación dedicada exclusivamente a este tema.
En TeleSemana.com siempre defendimos que, con los datos que teníamos de experiencias de portabilidad en otros mercados donde ya se había implementado, observábamos como este mecanismo no era un factor para dinamizar el mercado, sino que simplemente era un espejo que mostraba la realidad de cada mercado. Es decir, en un mercado que era competitivo, la portabilidad entraba en la rueda de la competitividad de ese mercado. En los mercados poco competitivos, habitualmente no pasaba realmente nada significativo, y en algunos casos, el operador dominante solía salir vencedor de la portabilidad en magnitudes que no le afectaban —aunque si lo hacía, y de forma negativa, a jugadores de menor tamaño—.
Ya han pasado varios años y podemos ver las consecuencias de la portabilidad en aquellos mercados donde los reguladores realizan una buena divulgación de los datos relacionados con este servicio, como sucede en Ecuador. Recopilando los datos de la Agencia de Control y Regulación de las Telecomuicaciones (Arcotel), y que pueden ver en las siguientes gráficas, podemos observar que la portabilidad ha sido poco utilizada como para producir cambios en el mercado. Y sin la capacidad de crear cambios, es evidente que los operadores no iban a mudar sus estrategias comerciales, de innovación o de atención al cliente.
Tan solo empezamos a ver algo de movimiento en el año 2015, donde Movistar sale más perjudicado por la portabilidad, con un impacto sobre su base de un tres por ciento negativo, que redunda en un impacto del nueve por ciento en la base de CNT. Dada la magnitud de ambos operadores, en números totales, son cifras bajas que no consiguen alterar la dinámica de un mercado dominado con gran mayoría por Claro.
No podemos argumentar que la portabilidad no se utiliza debido a que se necesita un trámite de larga duración, ya que en julio 2014 se obligó a los operadores a realizar dicho trámite en 24 horas. Lo reguladores insistirán en dar a conocer el número de usuarios que han realizado portabilidad desde el inicio del servicio. Y vistos en solitario, al tratarse en muchos casos de más de un millón, parecen cifras significativas. Pero cuando se ponen en el contexto del mercado y sobre el cambio que dicho servicio tuvo en la composición se puede ver con relativa facilidad que el impacto es nulo, si se tiene en cuenta el churn de los operadores anteriores a su implementación.
En 2010, Claro dominaba el mercado con un 69 por ciento de las líneas, y a finales de 2015 su participación era del 63 por ciento. Movistar en ese mismo periodo pasó del 29 por ciento al 30 por ciento, y CNT —que por aquel entonces era Alegro— pasó del 0,02 por ciento al 0,08 por ciento.
A los usuarios les quedará el consuelo de que aunque no se cumplió nada de los prometido con la portabilidad, sí ganaron un derecho adicional.
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